154.- Cuando el profe de mates no es de fiar
Como el lector habitual de esta sección y el cinéfilo al que le gusten también las matemáticas saben, las películas en las que se menciona para algo esta disciplina se dividen entre las que quieren destacar algo o alguien relevante sobre el tema y por tanto incorporan escenas, diálogos y referencias suficientes (nunca tantas como a los que con ellas trabajamos nos gustaría, pero lo comercial siempre tiene la sartén por el mango), y las que simplemente traen a colación alguna anécdota, chascarrillo peyorativo, o frase más o menos ingeniosa para destacar lo que se tercie, bien desde un punto de vista de genialidad freakie, o bien como símbolo reconocible de nuestros recuerdos y padecimientos escolares. Y dentro de los estereotipos de los docentes, la cosa también suele ser maniquea (tipo científico despistado y en su mundo, o tipo hueso infame que no pasa una a nadie). Pero dentro de estos perfiles, casi siempre es un personaje de cierta integridad moral, quizá porque las matemáticas representan el paradigma de lo exacto, lo recto, lo lógico. Por eso me ha llamado la atención toparme con la presentación de un profesor bastante diferente a esas convenciones, lo que coloca la novela y este telefilme en un plano diferente: el real, porque seguro que, como en cualquier otra profesión, existen personalidades tan amorales y despreciables como el que aquí aparece. Y seguramente habrá aún peores, porque como indica la conocida sentencia, la realidad supera la ficción (y ampliamente, para nuestra desgracia).
Antes de nada, los datos de siempre:
Ficha Técnica:
Título: Amy e Isabelle. Título Original: Amy & Isabelle. Nacionalidad: EE. UU., 2001. Dirección: Lloyd
Kramer. Guion: Joyce Eliason y Lloyd
Kramer, basado en la novela homónima de Elizabeth Strout. Fotografía: Eric Alan Edwards, en Color. Montaje: Scott Chestnut. Música:
Ernest Troost. Producción: Oprah
Winfrey y Doro Bachrach. Duración: 100
min. Telefilme emitido por la cadena ABC el 4 de marzo de 2001 simultáneamente
en EE. UU. y Canadá.
Ficha artística:
Intérpretes: Elisabeth Shue (Isabelle Goodrow), Hanna Hall (Amy Goodrow), Martin Donovan (Peter Robertson), Conchata Ferrell (Bev), Viola Davis (Dottie), Marylouise Burke (Arlene), Amy Wright (Rosie), Ann Dowd (Lenora), Stephi Lineburg (Stacy), James Rebhorn (Avery Clark), Matt Lutz (Paul Bellows), Aubrey Dollar (Karen Keane), Ashton Lunceford (Julie McGinn).
Argumento: En 1971, en el pequeño pueblo de Shirley Falls, en Maine, la distante y solitaria secretaria Isabelle Goodrow cría sola a su hija adolescente Amy. Isabelle solo tiene dos amigas en su trabajo entre un montón de compañeras chismosas. La relación entre madre e hija es difícil y la comunicación mínima para convivir. Cuando su sobreprotegida hija Amy es seducida por su profesor de matemáticas Peter Robertson, el mundo de Isabelle se desmorona, sintiéndose humillada. Ambas pierden su confianza en la otra, dejándose de hablar, arruinando su relación. El vínculo se vuelve a atar cuando Isabelle revela a Amy asuntos del pasado que ella desconocía.
La autora de la novela
El éxito de Elizabeth Strout con su flamante premio Pulitzer por la novela Olive Kitteridge (y su no menos popular serie) han hecho que se recupere su primera novela, Amy e Isabelle, un claro precedente de la primera. Asimismo, el resto de sus obras, siete en total por el momento, la última aún no editada en castellano, han batido récords de ventas.
Como suele suceder en el noventa por ciento de los casos, la novela es más rica que la adaptación cinematográfica, que en este caso además es para la televisión, con las limitaciones presupuestarias que suele conllevar este tipo de productos. La novela va mostrando, de un modo muy medido e inteligente, los sentimientos de las dos protagonistas, siempre bajo una perspectiva íntima e intimista, sus deseos afectivos hacia el resto de personas que las rodean (incluyéndose ellas mismas) que, desgraciadamente, casi nunca logran. Eso les lleva a culparse a sí mismas, por no haber hecho las cosas bien. Esta conducta (que no deja de ser un recurso literario, o una trampa, si se quiere ser más crítico) hace que el lector inmediatamente se identifique con ellas, porque, también es notorio, la minuciosidad del tratamiento de las protagonistas femeninas, está mucho más diluido en los caracteres masculinos, en general bastante más primarios (insisto en la inteligencia de la autora: el número de potenciales lectores es bastante menor que el de lectoras, no hay más que consultar las estadísticas). En cualquier caso, me parece una autora recomendable.
Las matemáticas del telefilme
Aunque se ha emitido muchas veces por televisión (en La 2 en 2001 y 2004, y a través de la desaparecida plataforma Vía Digital, en 2002, fundamentalmente), no he podido acceder más que a la versión original, por lo que, en las siguientes descripciones, seguramente no utilice la misma traducción que la versión doblada en España. No obstante, tampoco son demasiadas las referencias.
La llegada del profesor sustituto (en la imagen) al instituto de la aburrida localidad no pasa desapercibida, sobre todo para Amy. Su presentación en el aula es la siguiente:
Profesor: Mi nombre es Peter Robertson. Estaré con vosotros el resto del año. La señorita Dayble ha sido hospitalizada con una fractura de cráneo. Ella estará bien, solo le llevará algún tiempo curarse. Ahora, antes de pasar al asunto de los números ... me gustaría saber un poco de vosotros.
Alumna: ¿Saber qué?
Profesor: Quienes sois. Dónde os veis dentro de 10 años.
Alumno: A mí me gustaría lanzar para los Red Socks.
Profesor: Fantástico. ¿Cómo es el efecto de tu bola? Porque si pudiéramos ralentizar una imagen de tu movimiento... Estoy insinuando algo. Euclides nos tiene mucho que decir aquí. Seguimiento de la pelota cuando cruza el plato ... podrías saber exactamente lo alta que debes poner la mano ... cuando sueltes la pelota. ¿No es asombroso?
Profesor: ¿El siguiente?
Amy: ¿Yo?
Profesor: ¿Qué quieres ser?
Amy: Maestra.
Profesor: ¿En serio? Habría pensado en ... actriz o .... poeta, quizás. ¿Cómo te llamas?
Amy: Amy.
Profesor: ¿Amy qué?
Amy: Amy Goodrow.
Profesor: ¿De verdad quieres ser maestra? ¿O es lo que piensa tu padre que es lo apropiado?
Tras esta presentación, los alumnos pronto comprobarán que no es de un carácter demasiado agradable. Es más, parece estar a disgusto en cada cosa que hace o dice, y ni los saluda por los pasillos del centro. En otra clase, hay un triángulo dibujado en el encerado. A Robertson le molesta cualquier ruido o cuchicheo de los alumnos, y pone expresión de fastidio: “Recordad: es un triángulo 30 – 60 – 90. Mirad a ver si podéis demostrarlo. Cuando lo terminéis, dejad los lápices.”
Recordemos que la expresión 30 – 60 – 90 se refiere a los respectivos ángulos de un triángulo rectángulo (forzosamente debe ser rectángulo al tener un ángulo de 90º). Teniendo en cuenta las definiciones del seno y el coseno de un ángulo y los valores de los de 30º y 60º, se deduce fácilmente que los lados de un triángulo así tienen sus lados en la proporción
Las medidas de los lados son por tanto x, x sqrt(3) y 2x. Es decir, en un triángulo 30 – 60 – 90, la longitud de la hipotenusa es dos veces la longitud del cateto menor, y la longitud del cateto mayor es sqrt(3) veces la longitud del cateto más corto. Mediante el teorema de Pitágoras
comprobamos que dicho triángulo es rectángulo.
En otra clase, en una escena posterior, más sobre triángulos:
Profesor: Tres simples líneas. ¿Podéis ver la belleza de esto? Si tuvieseis algo de sensibilidad, miraríais esto y lloraríais. Julie.
Julie: Bien, B-C es cinco veces la raíz cuadrada de 3.
Profesor: Mary Ann, como no te calles, te quedarás castigada después de la clase. Ahora, volviendo a lo que es A-B ...
Amy a su compañera: ¿No crees que los deberes de ayer eran un montón de basura?
Compañera: Yo creo que ....
Profesor (enfadado): ¡Chicas, haced el favor de callaros!
Amy: Al menos, no es la clase en casa con un Snoopy machacón.
Profesor: Amy, una más y te quedas después de clase. Continua, Julie.
Julie: Vale, 10 al cuadrado es 100, menos 75 son 25... ...así que A-B es 5.
Profesor: Excelente. Muy bien, Julie. ¿Todo el mundo lo entiende?
Amy: Es que los demás somos estúpidos.
Profesor: De acuerdo, Amy. Te quedas tras la clase. ¿Dónde estamos? A-D era la raíz cuadrada de 3...
Con los datos que se dicen, seguro que el lector puede deducir qué están calculando.
Finalmente, en la siguiente escena, Robertson está solo en un aula con Amy. Está escribiendo (corrigiendo deberes se supone); ella mira sin hacer nada.
Profesor: Empieza con tus deberes, si te parece.
Amy: No quiero.
Profesor: Amy... (se serena, y se acerca a ella). Amy, ok.
Amy: Conozco este poema de Edna St. Vincent Millay. Pensaba en él hoy durante toda la clase. El primer verso es “Sólo Euclides ha visto la Belleza desnuda”. Creo que es así.
Profesor: “Que callen todos los que hablan de la Belleza”
Amy: ¿Conoce ese poema? No puedo creer que lo conozca. ¿Conoce otros de Millay? Creo que he memorizado todos.
Profesor: "El tiempo no da consuelo. Todos habéis mentido"
Amy: "¿Quién me dijo que el tiempo me aliviaría de mi dolor?"
Es evidente que conocen bien los poemas de la poetisa (o poeta; ambas acepciones son válidas) Edna St. Vincent Millay (1892 – 1950), la primera mujer en recibir el premio Pulitzer de poesía. Uno de sus trabajos más célebres es el soneto Sólo Euclides ha contemplado la belleza desnuda, publicado en 1923, para muchos una de las obras que mejor recogen la esencia de las matemáticas. En el telefilme sólo se citan los dos primeros versos; les adjunto el soneto original, y mi traducción al castellano (mi interpretación; disculpen los profesionales si “meto en algo la pata”. La describo desde la visión de un matemático, obviamente):
Euclid alone has looked on Beauty bare.
Let all who prate of Beauty hold their peace,
And lay them prone upon the earth and cease
To ponder on themselves, the while they stare
At nothing, intricately drawn nowhere
In shapes of shifting lineage; let geese
Gabble and hiss, but heroes seek release
From dusty bondage into luminous air.
O blinding hour, O holy, terrible day,
When first the shaft into his vision shone
Of light anatomized! Euclid alone
Has looked on Beauty bare. Fortunate they
Who, though once only and then but far away,
Have heard her massive sandal set on stone.
“Mi” traducción:
Sólo Euclides ha mirado la Belleza desnuda.
Que callen todos los que hablan de la Belleza,
Pongámosles boca abajo sobre la tierra y que paren
de reflexionar sobre sí mismos, mientras miran
a la nada, intrincadamente dibujada en ninguna parte
bajo formas de cambiante descendencia; que dejen los gansos
de parlotear y silbar, pero que busquen los héroes la liberación
desde la servidumbre polvorienta hacia el luminoso aire.
Oh hora cegadora, oh día santo y terrible,
Cuando por primera vez el rayo en su visión brilló
¡De luz anatomizada! Sólo Euclides
ha mirado la Belleza desnuda. Afortunados
quienes, aunque una sola vez y luego muy lejanamente,
hayan oído su poderosa sandalia sobre la piedra.
Este poema fue publicado en la colección The Harp-Weaver, and Other Poems (El arpa tejedora y otros poemas), es un soneto escrito al inicio de la carrera de Millay. Toma como tema la belleza sagrada y deslumbrante de la forma pura, solo alcanzable para el matemático griego Euclides, que percibió una pureza que no ha sido igualada por el parloteo de las generaciones posteriores que han buscado imitaciones a esa belleza disfrazada de otras formas. Los dos cuartetos acaban con la orden de dejar a los gansos que balbuceen y silben (una alusión tanto al uso de los gansos como perros guardianes en la antigüedad como a aquellos que erróneamente gritan que dicen haber avistado la Belleza). Los dos tercetos se centran en la descripción de la luz cegadora y terrible que Euclides alcanzó cuando “miró la Belleza desnuda”, sugiriendo que los simples mortales son afortunados de no haber visto la Belleza completa, ya que no podrían haber soportado la intensidad cegadora de la visión de Euclides (utiliza la palabra "desnudo" con un doble significado: un adjetivo de personificación, y "puro", "sin adornos"). Los hombres tienen suerte si vislumbran en alguna ocasión el eco lejano del paso de la Belleza, a través de su huella, marcada en una roca lejana.
Parece una composición simple y directa, aunque, según los críticos, es más complejo de lo que parece a primera vista, porque con la personificación de la belleza que describe la autora (ahora vestida, al menos con sandalias), desea reconocerse a sí misma como uno de esos mortales que siguieron a Euclides, y acepta, con ironía, sus propias limitaciones. Además, describe la visión de Euclides como de "luz anatomizada", no de Belleza en la forma tradicional femenina personificada. En fin, todos hemos leído alguna vez, interpretaciones de todo tipo de obras literarias y poemas.
Posteriormente el profesor cita otro soneto de la misma autora, Time Does Not Bring Relief: You All Have Lied (El tiempo no da consuelo. Todos habéis mentido), que Amy continua sin problema. De hecho, describe bastante fielmente sus sentimientos en aquel caluroso verano de la América profunda. Este no le comento ya que nada tiene que ver con nuestras matemáticas, pero es fácilmente localizable en la Red. De este modo, Robertson, va ganándose su confianza (y la del espectador, ya que se muestra de principio como una persona sensible y atenta con ella), pero las cosas no son para nada lo que parecen…. Léanse la novela si no localizan la película si quieren saber cómo continua y termina.
El telefilme
Estrenado en los Estados Unidos y Canadá el 4 de marzo de 2001, la audiencia fue alta (19.4 millones de personas), si bien las críticas estuvieron divididas: para algunos es demasiado dependiente de la narración en off (comparto plenamente esa opinión), cae en un melodrama de desarrollo y conclusión predecible e inverosímil, sólo salvada por el aceptable trabajo de los actores.
Hay que reconocer que no es fácil innovar en casi ningún campo, después de siglos de quehacer cultural. Pero hay veces que las cosas se “parecen demasiado” a otras. Desde el inicio, tanto novela como telefilme (más acusado en éste), me han parecido demasiado parecidos a la magnífica Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, con unos pequeños retoques. Mismo ambiente opresor en un pueblo de la América profunda, sentimientos parecidos transportados a madre que cuida de adolescente, etc. Luego, el argumento toma su propio rumbo, demasiado maniqueo y estereotipado. Y como casi todos los telefilmes, la puesta en escena es claramente mejorable. No obstante, no es de los peores que he visto (las tardes de los sábados y domingos de algunas cadenas llevan años programando inmundicias).
(Publicado en DivulgaMAT el 8 de octubre de 2020)
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